Fuiste los muebles.
Fuiste la misma puerta que se abrió y que todavía se abre y no deja de abrirse y fueron esos giros con los que entraste los que hicieron llorar a los vidrios, tanto que se volvieron pálidos y fueron azulejos, y después zapatos y después piel y después ladrillo serpiente infancia vómito, incluso sombras y por qué no risas y por qué no lengua.
Fueron tus colores los que decidieron salirse de tu atuendo y estrellarse contra la pared iniciando la catarata de polvo, la debacle insistente de cemento astillado que todavía insiste y todavía se astilla y todavía cemento.
Y no vi tu cara pero fue de tu boca que salió el tornado y las palabras y los gritos y los hijos de los gritos y también sus nombres. Y fue esa misma voz la que decidió bañarse con salivas y escenas y salir a hablarme mientras comías crema y me dijiste todo, todo me dijiste, y me llenaste de venablos y dicterios, y te arrancaste escaramujos y me escupiste zagalejos (y bailaban las baldosas embebidas en vergüenza) y me mordiste sin tus dientes y entonaste: ¡maritornes! ¡maritornes! Y todo se rompió de repente, se rompió de repente, se rompió y todo fue seco, marrón, agrio. Todo fue silla, todo fue otoño.
Y no vi tu cara porque estabas de espaldas cuando comías crema pero toqué tu perfume y supe que eras una gata etérea y blanca, una mujer oblicua y desbordada de palabras y de sexo. Y después todo fue luz, y llanto y ruido y ausencia y todo se volvió nocturno porque estornudaste transida en esferas o en inventos.
Y sin dejar de girar fue que me dejaste con la pared estampada de augurios y de letras, con la puerta que no deja de abrirse entre vientos y cremas, y no vi tu cara, y no vi tu cara.
mge
Tan intenso, tan hermoso.
ResponderEliminarBellísimo. ¡Felicitaciones!
ResponderEliminarEs difícil la ruptura cuando el viento sigue soplando y abriendo puertas o ventanas que quisiéramos cerrar.
ResponderEliminarEs un texto intenso y conmovedor.
Felicitaciones mge
Graciela B