Mi amor está por llegar y ni siquiera empecé a pelar las zanahorias. Llueve. Seguro que aparece de mal humor por el pelo mojado, el frío, el hambre. Paula se llama mi amor. Paula, paulatinamente, escuchame bien, paulatinamente, se está yendo todo a la mierda. Ya abrí el vino. Comí el par de rodajas de salame cordobés que quedaba. Si fuera por mí me tiraría a ver televisión. Cenaría mucho después. Prepararía algo en la mitad de la noche, cuando por lo general me desvelo. Horas que aprovecho para leer y escribir un poco. ¡Ay! Me corté pelando, puta madre. Las quiere ralladas con el costado del rallador que usamos para el queso parmesano. Lonjas finas, recuerdo que dijo. Habla influenciada por los programas de cocina de la televisión. No sé cómo se le ocurren los pedidos que me hace. No sé. Mandados que desmigajan los momentos de la vida que el hombre que convive disfruta en su soledad para adentro. Conversé con Axel y con Iván. Ellos sienten lo mismo. Lavar el coche, pasear al perro, regar las plantas. Cosas que habilitan ingresar en la deriva pasajera, viaje amniótico, piloto automático, e irse con el pensamiento a otra parte. Recolectar allí, en ese espacio límbico, algún material de la imaginación, y luego, escribir y leer, y volver a empezar. Escuchame bien lo que te voy a decir, Paula. Otra vez pensando en voz alta estoy. Me pasa seguido cuando ando sólo en la cocina. O por cualquier lugar de la casa. Camino con las ojotas de toalla negra que tengo puestas ahora. Hacen un sonido seco cuando camino. Golpea la suela de goma contra mis talones. Tac, tac, tac. Tengo mucho arco en el pie derecho. Entonces se me forma como una cajita de resonancia de la cual yo sólo veo el empeine. El sonido se expande por la oscuridad y entre los muebles. Paula cuando llegue estará de pésimo humor y sin ganas de nada. El sonido no logrará tapar mis murmullos en voz alta, mis Paula, paulatinamente, esta pareja naufraga, se va todo al carajo, Paula. Busca las llaves adentro de la cartera por inercia, porque ya está tomada su decisión, porque pudo escuchar esta vez. Pudo escuchar paulatinamente, se va todo a la mierda. Hoy dormirá en otro lado Paula. Un pedazo alargado de cáscara de zanahoria, que primero anduvo como un abrojo prendido al rallador, cae sobre la tira de toalla de mi chancleta, sobre mi empeine, sobre el hueco en el que resuena lo que digo.
Nicolás Gicovate
Me enganchó paulatinamente.
ResponderEliminarMe gustó Nicolás el modo que elegiste para contar esta historia, esos murmullos en vos alta.
ResponderEliminarTe felicito.
Graciela B